«El resultado será el que todos nosotros esperamos porque el otro lado no consigue reunir a nadie. Todos desconfiamos», dijo Bolsonaro en un acto en Rio Grande do Sul, reavivando la idea de que podría haber un fraude electoral en su contra. En el mismo discurso, el mandatario atacó al juez de la Corte Suprema y presidente del Tribunal Superior Electoral, Alexandre de Moraes.
«Muchos jueces de la corte prefieren a Lula porque podrán controlarlo, y también podrán sacar a Lula y poner a Geraldo Alckmin, que es amigo del juez Moraes», afirmó Bolsonaro, que también fustigó duramente al líder del PT: “Si ustedes ponen a un borracho de cachaza a conducir Brasil, un tipo sin responsabilidad, que tiene pasado de corrupción, que desprecia a la familia brasileña, que ataca a sacerdotes, a pastores, a las Fuerzas Armadas, a la policía, ¿creen que va a tener éxito?”, se preguntó.
Si bien se puede aducir que en la primera vuelta el ultraderechista reconoció sin quejas su derrota por cinco puntos, esto se explica no sólo a partir de que sacó un resultado mucho mejor al esperado en la previa, sino también por el hecho de que su partido consiguió una enorme cantidad de legisladores en todo el país, y poner en duda el comicio hubiese generado complicaciones también en ese sentido. En el caso del 30 de octubre, la segunda vuelta es solo para elegir presidente y algunos gobernadores.
Mientras todos los números indican que se viene una victoria del Partido de los Trabajadores, el discurso bolsonarista de estos días se condice muy claramente con los fantasmas que ya habían aparecido en otros momentos del año sobre la posibilidad de que el mandatario no reconozca el resultado e inicie una escalada similar a la de Donald Trump en Estados Unidos con las elecciones de 2020, cuyo final sería impredecible.
La primera semana post-elecciones trajo noticias muy positivas para Lula: el apoyo de Simone Tebet y Ciro Gomes, quienes sumaron más de 7 puntos en la primera vuelta. Si bien esos 8 millones de electores no tienen por qué obedecer a los candidatos que votaron en primera vuelta, con que solo un cuarto de ellos lo haga la victoria de Lula estaría garantizada.
Gomes -cuarto en los resultados finales-, solo se apegó a la decisión de su partido y no se la jugó de manera personal a favor de Lula, a quien ni siquiera nombró. El ex candidato sostuvo que “el camino democrático se ha estrechado hasta tal punto” que votar al PT “es la última salida”.
Por su parte, Tebet pidió disculpas a quienes le pidieron que se mantenga neutral “preocupados con una eventual pérdida de capital político”, y aseguró que “lo que está en juego es mucho mayor que cada uno de nosotros”, por lo que le brindará un “total apoyo” a la campaña y al gobierno de Lula.
Mientras tanto, la polarización entre Lula y Bolsonaro se sigue profundizando a partir de distintas declaraciones de ambos. El presidente acusó hace pocos días de “analfabetos” a los votantes del nordeste, región donde el PT arrasó en primera vuelta, llegando a superar el 70% en algunos estados. Lula respondió que «quien tenga una gota de sangre nordestina no puede votar a este negacionista, a este monstruo que gobierna el país”.
Mientras tanto, el ex presidente sigue tratando de ampliar sus apoyos, y se reunió con otro histórico mandatario de Brasil, Fernando Henrique Cardoso, quien gobernó el país entre 1995 y 2002, fue rival del Partido de los Trabajadores en las últimas décadas y ahora anunció que votará a Lula “por una historia de lucha por la democracia e inclusión social”.
La recta final muestra a Lula sumando nuevos apoyos y a Bolsonaro cada vez más aislado y radicalizado, pero eso no necesariamente tiene por qué verse reflejado en lo que elija la sociedad brasileña el 30 de octubre. Las encuestas, que ya fallaron hace 10 días, hoy muestran números estancados, con ambos candidatos con la misma intención de voto que consiguieron en primera vuelta, y con un 9 por ciento de indecisos. El futuro del séptimo país más poblado del mundo se define en estos días.
Diego Viarengo
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