El ministro de Economía Sergio Massa adelantó este jueves que la desocupación cayó al 6,7 por ciento en el segundo trimestre del año, un nuevo descenso frente al 7 por ciento al que había bajado en los primeros tres meses de 2022. El dato, que aún no fue dado a conocer por el INDEC, se suma a los indicadores de una economía en crecimiento y reactivación, aún a pesar de los altísimos niveles de inflación, que acumula más de un 70 por ciento en los últimos 12 meses.

El dato que aportó Massa este jueves durante su exposición ante el Council de las Américas es muy importante, sobre todo porque se trata del indicador más bajo desde 2015, cuando cayó al 5,9 por ciento en el tercer trimestre y 6,6 % en el cuarto. Cuando Mauricio Macri dejó el gobierno en 2019, la tasa de desocupación era del 9,8 por ciento. Y en 2020, luego del parate que representó la pandemia de Covid, cerró en 11,6 por ciento.

El ministro de Economía le puso palabras a algo muy palpable, sobre todo en los principales centros urbanos. “Vivimos una realidad que tiene dos caras”, sintetizó, y enumeró logros de reactivación del consumo en todo el país, aumento de producción e inversiones, al tiempo que no esquivó que esos índices optimistas conviven con un escenario complejo en términos de pobreza, inflación y caída de los ingresos que, según precisó, en los últimos seis años acumula más de 23 puntos.

El propio Alberto Fernández dijo esta semana que la Argentina atravesaba un sendero sostenido de crecimiento. La clave de la discusión es, tal como puso de relieve en el último tiempo un sector de la coalición del Frente de Todos, lo que suceda con la redistribución de los ingresos, por caso uno de los elementos nodales en la manifestación encabezada por la CGT y organizaciones sociales esta semana.

La discusión de cómo recuperar los ingresos no está saldada ni en el gobierno ni en los sindicatos: ayer la portavoz presidencial Gabriela Cerruti afirmó que “no se está considerando un aumento del salario por suma fija”, precisamente el camino por el que insisten muchos dirigentes del oficialismo para mejorar los sueldos, que si bien le venían ganando a la inflación, lo hacen desde un piso muy bajo: en concreto, aunque las subas superen el incremento de los precios mensual, la plata no alcanza. Mientras tanto, algunos sindicatos rechazan la alternativa de un bono y piden reapertura de paritarias.

Lo curioso de este momento es la llamativa convivencia entre los escenarios de crisis con subas de precios desmedidas e injustificadas, con el consumo volando por el aire, restaurantes y bares repletos, recitales de todo tipo y costo que agotan en minutos y récord de ventas en supermercados, sólo por citar algunos ejemplos.

Aunque no exista una sola explicación, hay dos factores que son innegables: por un lado, hay un sector de la sociedad con ingresos medios o altos en pesos, con empleos en relación de dependencia que se vieron menos golpeados por la inflación, producto de que tuvieron paritarias que hasta ahora no perdieron frente a la suba de precios.

Es, además, el decil que demanda más servicios y bienes “intermedios” o “durables”, como electrodomésticos e indumentaria. En paralelo, los sectores de menores ingresos sí vieron reflejada una caída del consumo, incluso en rubros considerados esenciales, producto de la caída de los salarios y la volatilidad de los precios.

El otro factor que indudablemente influye es la salida de la pandemia, con la normalización de las actividades, sobre todo el turismo, la recreación y la cultura. No es un factor menor, ya que son los sectores que mayores niveles de crecimiento registraron en los últimos meses. La consultora Ecolatina bautizó este aspecto como el “consumo reprimido”, post-cuarentena.