Cuando este viernes Cristina Kirchner encabece un acto en la provincia de Chaco habrán pasado dos meses y una semana desde la última vez que habló con el presidente Alberto Fernández. En el medio, un tembladeral político que amenaza con llevarse puesto al Frente de Todos, la alianza que permitió la victoria en 2019 y cuyo futuro se ve amenazado, entre pases de factura y duras acusaciones cruzadas.
Aunque los cruces vienen al menos desde 2020, lo cierto es que en los últimos dos meses y medio, desde la firma del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, las acusaciones hacia la gestión económica de Gobierno quedaron expuestas desde el entorno de la vicepresidenta: primero, con la renuncia de Máximo Kirchner a la jefatura del bloque del FdT en Diputados; y luego con dardos concretos de líderes de La Cámpora hacia Martín Guzmán y el ala económica.
Esta semana, la escalada de críticas subió el tono, cuando el ministro de Desarrollo de la Comunidad bonaerense, Andrés “Cuervo” Larroque, hombre de máxima confianza de Cristina y Máximo, no sólo le volvió a apuntar a Guzmán, sino que descargó con dureza hacia el propio Alberto Fernández: “No se va a llevar el gobierno a la mesita de luz”; “hay operaciones de desgaste sobre Cristina”; y “se adulteró el contrato electoral, Alberto expresa una mirada moderada, él no llegó a la Presidencia a través de esa mirada”, enumeró, entre otras lapidarias críticas.
La mirada económico, el foco de las disputa
Más allá de las fechas, está claro que la disputa al interior del gobierno es por el rumbo económico. Lo anticipó Cristina cuando a finales de 2020 en un acto en La Plata habló de “funcionarios que no funcionan”; y lo dejó explícito el ala camporista al cuestionar las negociaciones con el FMI proponiendo, como alternativa, la cesación de pagos, que según el albertismo hubiera llevado al abismo.
Esta vez, además de Guzmán, Larroque le apuntó a otros dos funcionarios íntimos de Alberto: el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, y su par de Trabajo, Claudio Moroni, a quienes acusó de “construir la derrota” de las elecciones de 2023. Para Alberto, aseguran, sería una derrota soltarle la mano a Guzmán.
En paralelo, los gestos de Cristina Kirchner. Semanas atrás, en su discurso ante parlamentarios de la Eurolat reiteró una idea que sostiene al menos desde 2017: “Que te pongan una banda y que te den el bastón no significa que tengas poder”. En medio de la interna, la frase adquiere mayor impacto del que luego le quisieron otorgar en el entorno de la vice.
Las respuestas y los cruces
En medio del clima internista, en el gobierno realizaron este miércoles una amplia reunión de Gabinete. A la salida, Juan Manzur aseguró que los dichos de “algunos referentes del espacio” tenían que ver con “la dinámica propia de un espacio donde tenemos diferencias”. “No odiamos a nadie”, respondió cuando le consultaron si entre los funcionarios cercanos a Alberto había odio hacia Cristina.
A la tensión ya habitual de las últimas semanas se le sumó este lunes el dirigente social Luis D’Elía, quien en el último tiempo lanzó duras críticas a Cristina y La Cámpora. “Si Larroque está tan disconforme con el Gobierno, ¿por qué La Cámpora no renuncia a los más de 5.000 cargos, muchos de ellos jerárquicos, que ocupan en el Estado?”, agitó. Del otro lado no hubo respuesta.
Sin ir más lejos, este mismo lunes Alberto anunció la ampliación de las licencias por paternidad y maternidad junto a funcionarios de La Cámpora. Y el martes, compartió un acto con Eduardo “Wado” de Pedro, un puente en el vínculo entre el presidente y la vice. El ministro del Interior acaba de volver de una gira por Israel con agenda propia y evitó meterse en las acusaciones lanzadas desde La Cámpora, espacio que integra desde sus inicios.
Una discusión de fondo
En el kirchnerismo creen que es hora de cambios profundos en el rumbo de gestión económica. Apuntan con dureza a Guzmán, a quien en el albertismo defiende como el ministro de la recuperación económica del 10 % en 2021. Cierto es también que le cabe el sayo de la inflación, que a este ritmo en 2022 será la más alta en 30 años, superando así el récord que ostentaba el macrismo desde 2019.
Del otro lado, argumentan con datos concretos sobre la reactivación económica: en febrero, la actividad creció 9 %, la inversión trepó un 30 % por encima de 2019 y el desempleo registra niveles inferiores a los de 2017.
El punto a resolver, acaso de forma urgente, es cómo se redistribuye el crecimiento de forma que se vea reflejada en los ingresos, para evitar que se agrave un evento más que llamativo de estos tiempos: en una misma cuadra de cualquier gran centro urbano se ven postales de la reactivación (construcción e industria en recuperación, turismo al límite y restaurantes llenos, por ejemplo) al tiempo que a otro sector (trabajadores en relación de dependencia e informales con salarios bajos y depreciados) no les alcanza para llegar a fin de mes.
Sin ir más lejos, este miércoles la propia vicepresidenta celebró la paritaria de los trabajadores bancarias, del 60 %, que cerró el líder sindical Sergio Palazzo, diputado del FdT y hombre cercano a la propia Cristina. Ese acuerdo lleva el salario básico del sector a casi $200 mil. Acaso el tweet en el que publicó cómo será la pauta salarial de los bancarios puede ser, además, una idea de lo que piensa Cristina que habría que hacer con los sueldos de forma urgente.
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