“Básicamente lo que necesitamos es tomar una medida contundente que beneficie a las clases populares, pero que no asuste a los mercados y que a la vez seduzca a los organismos multilaterales de crédito, que no genere una grieta con las instituciones religiosas mayoritarias, que sea del agrado intelectual del progresismo, pero que no polarice con los sectores conservadores, que sea federal y a la vez unitaria, aplicable tanto en las provincias ricas como en las más pobres, que tenga en cuenta los reclamos de los trabajadores y los sindicatos sin afectar la matriz productiva nacional ni los intereses de las corporaciones multinacionales. Que contemple la problemática de la clase media, sin que la clase alta se sienta invadida. Que sea empática con los jóvenes, con los adultos mayores, con las disidencias, las personas no binarias, las minorías étnicas, los pueblos originarios, los inquilinos agrupados, los monotributistas, los militantes antivacunas, los especistas, los influencers, los streamers, los otakus, el FMI, la AFA, la AFI, la FIFA, el IFE, el ACA, la DAIA, el INADI, la UBA, la CGT, YPF, AGIP, AFIP, las Fuerzas Armadas, la Unión Cívica Radical, la Corriente Clasista Combativa, La Cámpora, la Santa Sede, la Santi Maratea, y todo esto sin aumentar el gasto público y sin que se indigne nadie en Twitter. Y que beneficie al turismo. Okey, escucho ideas”.
Bien podría este monólogo del actor y humorista Guillermo Aquino definir la situación crítica que deberá enfrentar Sergio Massa a partir de esta semana, una vez que cumpla con las formalidades de anunciar su equipo este lunes, presentar su renuncia como diputado el martes y asumir formalmente como superministro de Economía, Agricultura y Desarrollo Productivo el miércoles, cuando además prevé anunciar un paquete de medidas de cara a las primeras semanas de gestión, en su regreso al Poder Ejecutivo tras una larga década en la que osciló entre la oposición y el oficialismo.
El plan Massa
Massa deberá enfrentar las urgencias que ya arrastraba la economía argentina y que se agravaron con la renuncia de Martín Guzmán hace menos de un mes. Por un lado, contener la desmedida suba del dólar blue o ilegal y su impacto en los precios, una inflación disparada que arrastra a un profundo malestar social, salarios bajos en un contexto de alto consumo, una tensa relación con el agro, una deuda galopante con el FMI y las reservas del Banco Central en rojo.
En un contexto de caída abrupta de las reservas del Banco Central, Massa apuesta a que la Argentina se convierta en una “fábrica de dólares”, que provengan no sólo del agro, sino también de otros sectores con gran proyección exportadora, como la economía del conocimiento y la energía. El superministro le pidió a Alberto Fernández que cese con las críticas a los productores agropecuarios que se pararon encima de las silobolsas para no liquidar exportaciones y buscaron forzar una devaluación, por ahora sin éxito.
El superministro ya tejió durante el fin de semana los nexos con organismos de crédito y bancos para financiar préstamos que permitan fortalecer la llegada de dólares y, a su vez, espantar la idea de devaluación. De buen vínculo con la embajada de los Estados Unidos, logró un primer gesto del Banco Interamericano de Desarrollo: su titular, Mauricio Claver Carone, elogió al superministro y ahora no descarta enviar los U$S 500 millones que la semana pasada le negó a Silvina Batakis durante su gira por Washington en el marco de su fugaz paso por el Ministerio de Economía, con desprolija salida incluida.
La otra cuestión clave es la inflación. Uno de los economistas de confianza de Massa sostiene que se requiere un plan anti-inflacionario sostenible que incluya, con leyes de mayoría especial – para que haya consenso a largo plazo – que hagan una economía previsible: desde el control de la emisión monetaria hasta el precio de las tarifas y el gasto público, con una quita progresiva de retenciones al agro y reducción de impuestos en general a distintos sectores. Habrá que ver si esa idea, que por ahora Massa no confirma ni descarta, no choca con las aspiraciones de los otros socios del Frente de Todos.
Lo que sí cree Massa es que hay que avanzar en una reducción impositiva para los trabajadores y trabajadoras: como presidente de Diputados impulsó el alivio fiscal de Ganancias y medidas para los monotributistas.
En paralelo, la cuestión de los salarios aparece como un factor clave a resolver, en un contexto donde el desempleo, según los datos del primer semestre, se mantiene en el 7 por ciento, la cifra más baja desde 2017, aunque con sueldos deprimidos: en el primer trimestre del año, el sueldo promedio era de $64.755, mientras que la Canasta Básica trepaba a $89.960, según datos oficiales. Un bono o sumas fijas podrían aparecer en el horizonte próximo de las conversaciones con los industriales y la CGT.
No es un punto menor, en un contexto donde el informe de un consultor de diálogo frecuente con Massa y con Cristina Kirchner asegura que la inflación este año podría trepar al 90 por ciento y, si se descontrola, superar el 100. El dato de julio será malo, anticipan, y podría superar el 7 por ciento.
Cuestión de actitud
Massa se tomó todo este fin de semana para definir los nombres de su equipo, del que ya anticipó algunas caras este lunes. El viernes, tras reunirse con Alberto Fernández en Olivos, fue a visitar a Roberto Lavagna, el exsuperministro de Economía de Néstor Kirchner con quien tiene una gran relación. Se descuenta que en su equipo estarán Marco Lavagna, actual titular del Indec, y Matías Tombolini, integrante del directorio de Arsat.
Desde Europa, donde permanece de luna de miel, Martín Redrado ya avisó que no se sumaría, aunque Massa buscaría convencerlo. Redrado, a su vez, tiene diálogo frecuente con Cristina Kirchner, luego de una década de vínculos congelados tras su escandalosa salida del Banco Central, con atrincheramiento y todo. El economista y la vice hablaron por última vez hace poco más de un mes.
Se especula también que el “Vasco” De Mendiguren tendrá un rol protagónico. El expresidente de la Unión Industrial y exdiputado hoy preside el BICE y podría desembarcar en la Secretaría de Industria. Gabriel Delgado, que en 2020 fue designado como interventor del Grupo Vicentin, podría estar a cargo de la Secretaría de Agricultura, cargo que ya ocupó en los últimos dos años de gobierno de CFK. Guillermo Michel, quien recientemente fue designado como director de la Aduana tras la denuncia pública de la vicepresidenta sobre el festival de importaciones, también es cercano a Massa.
Estabilidad
Massa busca una luna de miel de al menos tres meses para que su plan, del que comenzará a dar precisiones este miércoles, surja efecto: por un lado, recuperar las reservas del Central; y por el otro, bajar la inflación a niveles que permitan recuperar algo de calma en medio de un complejo clima social.
Habrá que ver.
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