“Hebe fue un símbolo de lucha impulsando una agenda de justicia y derechos humanos en Argentina. Un grupo de Madres que con valentía le hicieron frente al momento más oscuro de nuestra historia. Esa trayectoria es más grande que cualquier diferencia política. Me quedo con eso”.
Las palabras pertenecen a María Migliore, la ministra de Desarrollo Humano y Hábitat de la Ciudad de Buenos Aires, que se desmarcó así de los discursos de odio que un sector de la derecha argentina esgrimieron el domingo y el lunes, en las horas posteriores a la muerte de la presidenta de la Fundación Madres de Plaza de Mayo, quien falleció a los 93 años tras permanecer varios días internadas en el Hospital Italiano de La Plata.
Los discursos de odio son uno de los grandes problemas que enfrenta la política argentina desde hace tiempo, aunque el conflicto se agudizó en los últimos años y más aún tras el intento de asesinato a Cristina Kirchner.
A diferencia de otras épocas, la cloaca virtual ya no alcanza sólo a personajes anónimos escondidos detrás de la impunidad de las redes sociales, sino que es alimentada por dirigentes destacados de la política, que van desde los líderes del principal partido opositor hasta dirigentes de la extrema derecha como Javier Milei y José Luis Espert, ambos diputados. Lejos de una cuestión marginal, la catarata de agresiones e insultos son expresadas en el prime time televisivo, a diario.
Hebe fue una de las dirigentes de derechos humanos más importantes ya no sólo de la Argentina, sino del mundo entero. Su lucha fue un faro que iluminó, en la época más oscura del país, las políticas de Memoria, Verdad y Justicia. La presidenta de Madres fue víctima de una de las peores caras de la historia, la represión estatal que le secuestró a dos hijos que aún hoy continúan desaparecidos.
¿No ameritaba al menos una palabra de la presidenta del PRO, Patricia Bullrich, que dice formar parte de un espacio de diálogo? ¿Mauricio Macri, de visita en Qatar por el Mundial, no debió haberse expresado, incluso más allá de las diferencias políticas notorias y más que evidentes? ¿El radicalismo, que dice tener un anclaje democrático, no tendría que haber marcado la diferencia con sus socios al interior de Juntos por el Cambio?
Curiosidades: dirigentes políticos de todo el planeta enviaron sus condolencias, pero el partido opositor que aparece en las principales encuestas con posibilidades de volver a gobernar a partir de 2023, no dijo absolutamente nada. Hasta el presidente de Irlanda destacó la figura de Hebe por dedicar su vida a buscar justicia por los desaparecidos.
La agenda del odio
Ni siquiera la muerte frenó los ataques. Espert dijo que “Hebe de Bonafini se fue… sin rendirle cuentas a la Justicia”, y luego se hizo eco de una fake news que afirmaba que el Gobierno pediría a la AFA que los jugadores de la Selección utilicen una cinta negra en el partido de este martes ante Arabia Saudita, lo que fue desmentido. “Ni que hubiera muerto un prócer. Hebe de Bonafini fue una señora que transformó una tragedia en una catapulta de odio de por vida y de choreo al final. Gobierno de chiflados, impresentables”.
Los discursos de odio mostraron otra de sus caras más oscuras hace dos meses, cuando intentaron asesinar a la vicepresidenta Cristina Kirchner y no sólo hubo ausencia de repudios de los principales partidos opositores que se dicen democráticos, sino que también un importante sector de sus seguidores respaldó el atentado.
En el Congreso hay varios proyectos que buscan ponerle un freno a los discursos de odio. Uno de ellos es impulsado por el diputado por el Frente de Todos Eduardo Valdés, que tomaría como base la Ley Micaela – que prevé capacitaciones en materia de género para los funcionarios de los tres poderes del Estado – para avanzar en capacitaciones “contra el odio que quieren ir poniendo desde los tiempos mediáticos y los tiempos judiciales”.
La directora del Inadi, Victoria Donda, también impulsa una iniciativa similar y convocó semanas atrás al Consejo Federal de Políticas Públicas Antidiscriminatorias para que trabaje en la redacción de un proyecto que será enviado al Congreso. “Urge ampliar el debate democrático y con carácter federal para acabar con las expresiones y acciones antidemocráticas”, planteó.
“Notamos que así como las víctimas de dichos discursos, muchas veces personas pertenecientes a grupos históricamente vulnerados sufren daños irreparables, mientras que quienes ejercen esta violencia la mayoría de las veces salen indemnes”, sostuvo, al tiempo que advirtió que se trata de discursos que operan como “semillero de acciones concretas que llegan hasta la violencia física extrema”.
No es una tarea sencilla trabajar en un proyecto que debe avanzar con un amplio consenso entre todos los bloques parlamentarios, sobre todo teniendo en cuenta que hay sectores dentro del Congreso que fomentan, impulsan y distribuyen esos discursos. Sin ir más lejos, meses atrás cuando el Gobierno deslizo la posibilidad de avanzar en una ley que regule los discursos de odio, aún sin conocer el texto de la iniciativa, el jefe de Gobierno porteño y precandidato presidencial, Horacio Rodríguez Larreta, dijo que se trataría de una “ley mordaza”.
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