Una nueva industria nació en la Argentina. Aunque el puntapié incluyó largas luchas desde hace años, el formalismo ocurrió este martes, cuando Alberto Fernández promulgó la ley de Cannabis medicinal y cáñamo industrial, sancionada semanas atrás por el Congreso. Apuestan a generar 10 mil puestos de trabajo en tres años y será clave para el ingreso de millones de dólares por exportaciones.
Un poco de historia cannábica
Cuenta el periodista Fernando Soriano en su libro Marihuana (Planeta) que unos 13 años antes de la Revolución de Mayo – de la que este miércoles se cumplieron 212 años –, Manuel Belgrano había proyectado el cultivo del cannabis con fines productivos. Tiempo antes del 1800, buscaba que el cáñamo sea utilizado para fabricar telas domésticas y aparatos que puedan facilitar la navegación. Para aquel entonces, la planta no estaba prohibida y su uso era muy alejado al concepto de “droga” instalado en el siglo XX. A partir de la década de 1970 surgieron leyes y políticas mal llamadas “antidrogas” que penalizaron y castigaron su tenencia, cultivo y venta.
Como bien propone Soriano, Belgrano no podría haber imaginado en aquella época pre-revolución de Mayo que la planta sería prohibida, ni mucho menos que encarcelarían a pibes y pibas por fumar marihuana en la calle. Tampoco que habría que esperar dos siglos para que el Congreso sancione, primero, una ley que autorice la producción y venta con fines medicinales; y luego, ampliarla con fines productivos.
La historia estaría incompleta sin recordar la profunda lucha de Mamá Cultiva, un grupo de mujeres que durante años impulsaron el tratamiento de la ley de Cannabis Medicinal con el objetivo de avanzar en tratamientos no convencionales. La ley fue aprobada en 2017, aunque la reglamentación completa que ellas esperaban llegó recién en 2020, e incluyó el uso de cannabis en todas sus variantes, la producción y comercialización, clave para el acceso a terapias seguras. Además, creaba el Registro del Programa de Cannabis (Reprocann).
De Belgrano al presente
Aquella proyección de Manuel Belgrano ahora podría comenzar, lentamente, a hacerse realidad tras la promulgación de la ley que firmó esta semana Alberto Fernández. La norma promueve la producción y comercialización del cannabis y el cáñamo y regulaciones para el desarrollo productivo, así como autoriza el uso terapéutico y paliativo del cannabis.
La creación de una nueva industria no es un punto menor y menos en un contexto de vacas flacas como el que atraviesa la administración del Frente de Todos, que apuesta a crear 10 mil nuevos puestos de trabajo en los próximos dos años y medio, y prevé exportaciones por 50 millones de dólares, en un rubro que crece y se amplía en todo el planeta, con múltiples variables, desde la producción de productos cosméticos hasta indumentaria.
Países vecinos como Uruguay, por ejemplo, que despenalizaron y legalizaron la producción y consumo de marihuana hace años, el desarrollo de la industria cannábica es mucho más amplio que la venta de cogollos en farmacias. Incluso iban más allá de los aceites, popularizados en los últimos años. Incluían también productos de nanotecnología, con mayor investigación científica y técnica.
Verde, que te quiero verde
En el Gobierno proyectan que además de una importante generación de divisas gracias a exportaciones, la industria moverá millones de dólares en el mercado interno: cerca de 500 millones de cara a los próximos años. Una proyección del Ejecutivo precisaba que a nivel mundial, en 2000 la producción de cannabis medicinal fue de 1,4 toneladas; mientras que en 2019 trepaba a 468. A nivel regional, sólo Colombia, México y Uruguay cuentan con algún tipo de legalización para usos medicinales e industriales, lo que apoyado por el clima y los conocimientos – por otros cultivos, por la importante industrialización pese a las crisis – podría ubicar a la Argentina en un lugar central.
Pero en el caso de la producción industrial no se trata sólo de trabajadores vinculados al cultivo. En Canadá, según publicó Data Clave, dos de cada diez empleos de la industria están relacionados a la ciencia: investigación, control de calidad, ingeniería. Además, la cadena productiva es amplia y hay decenas de productos y servicios que podrían estar vinculados.
Las proyecciones
En 2021, un informe del Centro de Estudios para la Producción (CEP XXI) dependiente del Ministerio de Desarrollo Productivo estimó que “en la medida en que la industria desarrolle derivados competitivos en diversos segmentos también podrá aprovechar oportunidades existentes en terceros mercados, pero no sólo en países vecinos de América Latina, como ocurre en otras áreas”.
Entre los derivados se destacan, según el informe, los cosméticos, alimentos y bebidas, papel, fibras, textiles, materiales de construcción, biocombustibles y bioplásticos, entre otros. Pero en el campo medicinal, además, precisa que los potenciales serán mayores, sobre todo al tratarse de un mercado que requiere controles de calidad más estrictas. “A su vez, como en toda industria emergente, existe un amplio campo de experimentación en materia de desarrollo de procesos y productos en las diversas etapas de la cadena productiva”, augura.
Agustín Gulman
ESCUCHÁ
LA PASTILLA
0 comentarios