Con nuevas críticas a la gestión económica del Gobierno, Cristina Kirchner actualizó la extensa lista de “funcionarios que no funcionan”, una definición que ella misma inventó hace dos años y medio durante un acto del Frente de Todos en La Plata. En un plenario de la CTA, la vicepresidenta denunció este lunes el “festival de importaciones” sin control del Estado, desarmó el discurso de que el déficit fiscal genera inflación e insistió en que el presidente debe usar la lapicera.
Los nuevos “funcionarios que no funcionan” según Cristina
El primer dardo fue de entrada: ni bien comenzó a hablar en el acto que el líder de la CTA, Hugo Yasky, y el ministro de Hábitat, Jorge Ferraresi, organizaron en Avellaneda, la vicepresidenta fue tajante: “Desconfío de quienes no les gusta mirar el pasado. Yo no tengo problema con mi pasado”. La frase sonó a una respuesta a Alberto Fernández, quien semanas atrás, en el acto que compartieron en YPF, citó a Luis Alberto Spinetta y afirmó: “No me vengan con que todo tiempo pasado es mejor. Lo que viene es mejor. Hay que recordar, no repetir las malas experiencias”.
Además, Cristina volvió a cuestionar el rumbo económico: en primer lugar, se quejó del “festival de importaciones en Argentina”, una alusión al poco control y monitoreo sobre los manejos de las empresas. En concreto, apuntó a Miguel Pesce, presidente del Banco Central – el organismo que autoriza o rechaza la venta de dólares baratos a las compañías para las importaciones -, y a la Aduana, que depende de la AFIP, comandada por Mercedes Marcó del Pont.
“El Gobierno debe pensar cómo articular más adecuadamente el Banco Central, el Ministerio de la Producción, la AFIP, porque fija los precios de referencia y controla que no haya sub o sobre facturación. Tiene que ser articulado y no está sucediendo”, cuestionó la vicepresidenta.
El ejemplo más reciente es el caso Techint, que la propia Cristina mencionó en el acto de YPF para cuestionar que la empresa no produjera en la Argentina la chapa para los caños del gasoducto Néstor Kirchner. Aquel debate derivó en el pedido de renuncia a Matías Kulfas, ahora sucedido por Daniel Scioli al frente de Producción. “Si tenés una multinacional de la magnitud de Techint y además tenés la posibilidad de hablar con sus directivos, pedile que los 200 millones de dólares que les tienen que pagar a su subsidiaria en Mina Gerais, Brasil, la financien ellos o pidan un crédito, y entonces no tengo que darle 200 millones de dólares a $127 para que me importen eso. Estas cosas son también usar la lapicera”. Otro mensaje claro para el Presidente.
Más internas y cruces a ministros
“A mí no me interesa quedar bien con ningún funcionario. Me importa un pito. A mí lo que me importa es quedar bien con la sociedad, con los argentinos”, introdujo la vicepresidenta. Además de Kulfas, Pesce y Del Pont, apuntó a Adrián Cosentino, presidente de la Comisión Nacional de Valores (CNV). Pero por sobre todas las cosas, cruzó al ministro de Trabajo, Claudio Moroni, y al Movimiento Evita, la organización social sobre la que más se apoya Alberto Fernández. Aunque a Moroni no lo mencionó con nombre y apellido, resaltó la gestión de Carlos Tomada, actual embajador en México y exministro durante todo su gobierno: “Gran ministro de Trabajo, extraordinario”.
Cristina afirmó que “quienes tienen la sartén por el mango están de fiesta”, y cuestionó que haya un “Estado estúpido donde no se articula la información”. “No hay voluntad ni actitud para cambiar las cosas”, se quejó.
La fuerte crítica al Movimiento Evita
El caso del Evita no es una novedad: el vínculo con algunos de sus dirigentes nunca volvió a ser igual tras la ruptura post-derrota electoral de 2015 y desencuentro en 2017, cuando la organización que comandan Emilio Pérsico y Fernando “Chino” Navarro impulsó la candidatura de Florencio Randazzo, cuyo principal armador fue Alberto Fernández. La tensión se agudizó en los últimos meses, con fuertes cruces y acusaciones del kirhcnerismo hacia la organización.
Ahora, la vicepresidenta fue muy concreta y pidió que el Estado recupere el control y auditoría de los planes sociales, que entre otras organizaciones, están en poder del Evita. La vicepresidenta describió cómo aumentaron los subsidios a pesar de que la caída del desempleo. “Eso no es peronismo. No es depender de un dirigente barrial para que me dé el alta o la baja. Y sobre todo las mujeres, que son las más explotadas, las más basureadas. Si Evita los viera, mamita…”, enfatizó.
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