La protesta que este sábado llevaron a cabo productores rurales a la Ciudad de Buenos Aires dejó un sinfín de datos para analizar: por un lado quedó expuesta la falta de convocatoria de las patronales rurales, y por el otro, la consolidación de sectores de la derecha y ultraderecha que ganan terreno en las calles, sostenidamente al menos desde hace dos años. En ese combo, vuelven a aparecer los mensajes de odio, repudiados por (casi) todo el arco político.
Una protesta que no fue por una medida que no fue
La convocatoria al “tractorazo” de este sábado se originó luego de que el Gobierno anunciara hace una semana que avanzaría en un impuesto a la “renta inesperada” a empresas que tuvieron ganancias netas superiores a los $1.000 millones en 2022 y cuyo sector esté vinculado a la suba de precios internacionales, y en medio de rumores sobre la posible suba de las retenciones, que lejos de ser confirmada, es desmentida cada semana por funcionarios del Ministerio de Agricultura que comanda Julián Domínguez, quien guarda un buen vínculo con el agro.
En ese contexto, las patronales rurales, acompañadas por Juntos por el Cambio y los libertarios buscaron, sin éxito, asemejar las protestas del sábado con un revival de la 125, la ley impulsada por Martín Lousteau en 2008 que simbolizó la ruptura de la relación entre las patronales rurales y el kirchnerismo.
La protesta de este sábado lejos estuvo de parecerse a aquel conflicto, a pesar de que en la previa la agrupación Campo+Ciudad había advertido en un documento que el gobierno debía entender “por las buenas o por las malas”.
Arriba del tractor
Sin la potencia del reclamo en un sector como el agro, que registra ganancias extremas, le pone precio a los alimentos a nivel local, especula y tiene niveles de informalidad alarmantes, la manifestación tampoco cobraba mucho sentido sin que hubiera novedades sobre la suba de las retenciones. De hecho, no pocos recordaban que en medio de la crisis del dólar en 2018 el propio Mauricio Macri subió los derechos de exportación y las patronales y no hubo tractorazo ni fuertes reclamos.
El tractorazo de este sábado fue, sin embargo, una nueva plataforma para que sectores de la derecha argentina volvieran a salir a las calles. El jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, se transformó en una suerte de vocero del piquete de la abundancia, y en el kirchnerismo no tardaron en recordarle la doble vara de apoyar una protesta que corta calles para no pagar impuestos y prohibir y reprimir las que son por trabajo.
Patricia Bullrich y María Eugenia Vidal también buscaron sacarle provecho: 48 horas después de la marcha, la propia exgobernadora bonaerense adelantó que le gustaría competir como candidata a presidenta. La ultraderecha también buscó su tajada, con el clásico cuento del fin a los impuestos que pregonan Javier Milei y José Luis Espert.
Mensajes de odio y repudio de la CGT
Como ocurrió en otras protestas a lo largo de los últimos años, la de este sábado tuvo un alarmante contenido de violencia que escala sin parar. Esta vez colgaron muñecos “ahorcados” en las rejas de la Plaza de Mayo con fotos de Alberto Fernández y Cristina Kirchner, referentes de movimientos sociales y hasta Estela de Carlotto y Hebe de Bonafini. El silencio opositor al respecto es, cuanto menos, sugestivo.
La propia CGT salió al cruce, tanto de la protesta como de los mensajes de odio: en un comunicado, la central obrera apuntó este lunes contra la oposición y criticó que “consientan agravios personales” y se “abracen a cualquier consigna”. En lo que pareció un mensaje dirigido a Larreta, lamentaron el rol de “referentes políticos con responsabilidades de gestión”.
“Quienes tienen aspiraciones de conducir los destinos del país no se pueden subir al primer tractor que pase por su puerta para congraciarse con un puñado de voluntades”, advirtieron.
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